Ventana del restaurante de la cena en el edificio NS
Una vez más nos levantamos tempranísimo, y para hacer tiempo después de desayunar, nos dirigimos al parque Ueno: unos cuantos templos, una estatua con perro, un lago, un zoo al que no entramos, y, lamentablemente, muchos "sintecho" todavía durmiendo por donde podían. Luego fuimos al Museo Nacional que estaba muy cerca y en aproximadamente tres horas intentamos hacernos una idea de la cultura japonesa, lo cual es harto imposible, pero, ya no dábamos para mucho más después de tanto andar. Dentro del museo había una vitrina con unas figurillas españolas y otras mexicanas, lo cual nos hizo mucha ilusión.
Y de allí, nos fuimos a comer al que se convirtió en nuestro restaurante favorito de sushi, por cercanía, por amabilidad y por precio, estaba en la propia estación de Ueno, en una zona de restaurantes llamada ATRÉS, entrando a mano derecha, era el último del pasillo y es el único en el que hacían pescado crudo, tenían sus peceras con los pececillos nadando, y los iban cocinando delante de tí, y como nos veía interesados, uno de los cocineros, se nos acercaba siempre para que lo viéramos y nos hicimos amiguetes sin hablar. Además la frescura era innegable, eran rápidos, y también económicos, un menú individual podía salir por 1200 yenes aproximadamente. Siempre era más barato, comer en un restaurante que comprarte la comida por la calle, con las bebidas, etc y no digamos de comprar dulces europeos, (tampoco es que sea una barbaridad pero es curioso).
Como estábamos junto al hotel, aprovechamos para dormir la siesta y después fuimos a Shinjuku que nos encantó. Una zona muy pija, (aunque también tiene su barrio rojo al cual le echamos un vistazo por morbo pero que no tiene nada que ver) llena de tiendas de alto lujo francesas pero, sobre todo, interesante por sus rascacielos, pasear por allí es un placer, las vistas del edificio del gobierno son impresionantes y el edificio en sí también (gratuitas) así que lo recomiendo fervientemente para quien le guste este tipo de visitas. Después nos dimos el lujazo de ir al edificio NS ( ver el reloj gigante que hay en la recepción) que estaba justo detrás,y cenar en un piso 29 en una habitación privada con nuestra ventanita desde la que se veía parte del barrio.
Una vez más nos levantamos tempranísimo, y para hacer tiempo después de desayunar, nos dirigimos al parque Ueno: unos cuantos templos, una estatua con perro, un lago, un zoo al que no entramos, y, lamentablemente, muchos "sintecho" todavía durmiendo por donde podían. Luego fuimos al Museo Nacional que estaba muy cerca y en aproximadamente tres horas intentamos hacernos una idea de la cultura japonesa, lo cual es harto imposible, pero, ya no dábamos para mucho más después de tanto andar. Dentro del museo había una vitrina con unas figurillas españolas y otras mexicanas, lo cual nos hizo mucha ilusión.
Y de allí, nos fuimos a comer al que se convirtió en nuestro restaurante favorito de sushi, por cercanía, por amabilidad y por precio, estaba en la propia estación de Ueno, en una zona de restaurantes llamada ATRÉS, entrando a mano derecha, era el último del pasillo y es el único en el que hacían pescado crudo, tenían sus peceras con los pececillos nadando, y los iban cocinando delante de tí, y como nos veía interesados, uno de los cocineros, se nos acercaba siempre para que lo viéramos y nos hicimos amiguetes sin hablar. Además la frescura era innegable, eran rápidos, y también económicos, un menú individual podía salir por 1200 yenes aproximadamente. Siempre era más barato, comer en un restaurante que comprarte la comida por la calle, con las bebidas, etc y no digamos de comprar dulces europeos, (tampoco es que sea una barbaridad pero es curioso).
Como estábamos junto al hotel, aprovechamos para dormir la siesta y después fuimos a Shinjuku que nos encantó. Una zona muy pija, (aunque también tiene su barrio rojo al cual le echamos un vistazo por morbo pero que no tiene nada que ver) llena de tiendas de alto lujo francesas pero, sobre todo, interesante por sus rascacielos, pasear por allí es un placer, las vistas del edificio del gobierno son impresionantes y el edificio en sí también (gratuitas) así que lo recomiendo fervientemente para quien le guste este tipo de visitas. Después nos dimos el lujazo de ir al edificio NS ( ver el reloj gigante que hay en la recepción) que estaba justo detrás,y cenar en un piso 29 en una habitación privada con nuestra ventanita desde la que se veía parte del barrio.
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