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Las crónicas de un Huertano en Japón IV.

Señoras y señores todo llega a su fin y esta breve crónica de memorias huertanas desde el Japón finaliza hoy con el episodio llamado:

Orden y progreso.

Estas dos palabras no dirán nada a mucha gente, pero alguno probablemente sabrá que son las que flanquean la bandera de Brasil... pues debe ser una errata, pues donde deberían estar es en la bandera de estas maquinas del trabajo, los japos. Y es que son ordenados y disciplinados hasta límites insospechados, para muestra un botón ( y esto es rigurosamente cierto) el otro día visitamos un templo en Kioto con maravillosas vistas y una caída a plomo de varias decenas de metros, separada del firme por una endeble barandilla. CQ preguntó... ¿no es aquí donde se suicida tanta gente según he leído? si dijo la guía, eso era hace unos años, pero ya no. ¿Y como puede ser si no esta cerrado? volvimos a preguntar. Muy sencillo, respondió la guía, el gobierno PROHIBIÓ SALTAR DESDE AQUÍ, y la gente ya va a otros sitios a tirarse. Parafraseando a ese insigne Cartagenero llamado F. Trillo... Manda huevos, no podemos entenderlo, en España me dicen que no me tire de un sitio y aunque no tenga ganas me voy para allá a lanzarme al vacío, ¿o no?.

A pesar de todo me encantan sobre todo por lo ordenados que son, nosotros sacando pecho pues tenemos dos líneas de alta velocidad, y aquí en Tokio, estás en las estación del tren bala y es exactamente igual que la del metro, tanto físicamente como por la frecuencia de tránsito, hemos visto pasar por la misma vía 1 tren bala cada 8 minutos, y algunos de 2 pisos), y las vías atraviesan Tokio por el aire en todas direcciones, desde los miradores de los rascacielos se ven cruzar los trenes por doquier, y en mi ciudad tenemos una vía que se queda en el extrarradio y se hacen tres manifestaciones al mes para soterrarla y dos para desviarla por otro lado ¡Que país!.

Otra cosa que saben hacer bien es arreglar los errores para que parezca que ha sido a propósito, o sea poner excusas al más puro estilo español, pero con esa cara de no haber roto un plato en la vida cuelan, vaya que sí. Por ejemplo en España a un compañero de trabajo, le pusieron en casa una tarima flotante que chirriaba al pisar en ciertos sitios, pues tras acordarse de la madre, del padre y de todos los familiares hasta tercer grado del operario que la puso, vinieron y a regañadientes, tras una queja formal en consumo, se la tuvieron que cambiar para que no hiciese ruido. Pues aquí no, a cierto Shogun le pusieron en el siglo XVII todo un palacio de tarima de esta, fuimos a visitarlo y, aun hoy, crujía tela marinera, pues el que la puso, ni corto ni perezoso, dijo que eso era un suelo de Ruiseñor, sí habéis leído bien de Ruiseñor, diseñado para que si entran a matar al Shogun, se escuchen los pasos de los ninjas asesinos por el pasillo y se libre... con sus huevos toreros, y lo mejor es que el Shogun se lo creyó, y hasta nuestros días se lo siguen creyendo (inocentes) te ponen un plano de como se hizo, no son nadie poniendo excusas ¿eh? También es verdad que si el Shogun se entera que estaba mal puesta, la reclamación no sería ante la OCU precisamente, sino ante un Samurai con una Katana de metro y medio, que le pegaría un tajo, por triplicado eso sí, al pobre carpintero, para explicarle la disconformidad con el trabajo realizado, (seguramente allí en el siglo XVII el samurai ya ejecutaría las órdenes según la ISO 9001).

Una última reflexión, ya os hablé hace unos correos de la manera que tienen de calentarse el torrao con algo sencillo (ver ceremonia del té) pues aquí os pongo otro ejemplo verídico, la comparación entre el Cirio Pascual (versión española y versión nipona), es decir en la iglesia del pueblo en nuestra querida España, por ejemplo, hay que tener una vela grande en el altar, pues nada se hace un candelabro más o menos grabado con hojitas, y encima un velón de medio metro (y cuanto más grande mejor). Bien aquí, en un templo, tuvieron también la necesidad de poner una vela, pues hicieron lo normal en Japón, comienza en el suelo una escultura, de bronce macizo, representando un dragón contorsionándose que esta introducido en un caparazón de tortuga finamente grabado, sobre esa tortuga reposa suavemente una grulla de dos metros de alto, donde no pueden faltar los detalles de todas y cada una de las plumas de su cuerpo, llevando en su pico una flor de loto, la cual sube dividiéndose voluptuosamente en tres tallos, sobre los que descansa un cuenco (también de bronce macizo por supuesto) sobre el que los monjes han situado una vela (que dicho sea de paso no mide más de 2 palmos pues si no alumbraría sólo al techo). No hay más comentarios...

Lo dicho un abrazo para todos y un aviso a navegantes preparad un buen bocata de jamón y un entrecot que el chache se lo va a meter entre pecho y espalda antes de deshacer las maletas.

Desde Tokio, Japón, se despide, honorablemente hasta nueva orden, vuestro corresponsal huertano.

Sayonara gosaimas Babys (reverencia de 45 grados).

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Jejeje, recuerdo perfectamente el aquella cena flambeada de anécdotas niponas, y sin duda la que más he reutilizado (tengo unos amigos que lo fliparon en Japón....) es la de la prohibición de suicidio en un determinado espacio público. Parece imposible que vivamos en el mismo planeta, pero ¿quienes son los marcianos, ellos o nosotros?.

Por cierto, en nuestra casa la instalación eléctrica se conoce que fue cosa de operarios japoneses que confundieron el té verde con el sake.

Abrazos,
José Enrique

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