Cena del décimo día enfrente del Museo de Kyoto y debajo del cyber
Nuestra segunda habitación del hotel Gimmond en Kyoto
Peregrinos en Nara
Nuestra última comida en Nara
Templo de madera (Todai-ji en Nara)
Uno de los Budas más grandes del mundo: el Daitbusu en el templo Todai-ji
Procesión de monjes de origen desconocido y de escasos minutos
Farolas en el camino al santuario Kasuga Taisha
Jardín Isui-En
El desayuno en la habitación
El despertar del décimo día fue surrealista puesto que a la vez que nos llamaban por teléfono para indicarnos que nos subían el desayuno diez minutos antes de la hora prevista, ya estaban entrando por la puerta con el mismo con el consiguiente susto por nuestra parte (las puertas no se podían cerrar con llave ni por dentro ni por fuera). Nos quitaron las camas del suelo, volvieron a colocar la mesa en el centro y pusieron toda la comida encima. En menos de cinco minutos ya estaba todo preparado. El desayuno estaba bueno pero tampoco era exquisito. Por cierto, que el ryokan tenía un pequeño baño público en el sótano al cual podías ir a bañarte en cualquier momento del día.
Después de desayunar, nos fuimos a buscar el jardín de la foto que nos encantó, luego seguimos viendo templos (y hasta una procesión de monjes), vimos uno de los Budas más grandes del mundo, me metí en un agujero del tamaño de su nariz que había en una columna por lo que tengo acceso al otro mundo garantizado o algo así y acabamos comiendo en el primer sitio que encontramos camino de la estación, una comida normalita pero tomada con ganas pues teníamos muchísima hambre.
Cuando llegamos a Kyoto preguntamos en información turística si habían buenos onsens naturales por allí, y al final nos decidimos por uno (el Yamato-no-Yu) a 5 min andando de la estacion JR Tanbaguchi, que nos aseguraron que estaba bien, y así fue, yo estuve una hora y media en las piscinas que se me hizo cortísima, con una relajación y sensación de bienestar maravillosa.
Nuestra segunda habitación del hotel Gimmond en Kyoto
Peregrinos en Nara
Nuestra última comida en Nara
Templo de madera (Todai-ji en Nara)
Uno de los Budas más grandes del mundo: el Daitbusu en el templo Todai-ji
Procesión de monjes de origen desconocido y de escasos minutos
Farolas en el camino al santuario Kasuga Taisha
Jardín Isui-En
El desayuno en la habitación
El despertar del décimo día fue surrealista puesto que a la vez que nos llamaban por teléfono para indicarnos que nos subían el desayuno diez minutos antes de la hora prevista, ya estaban entrando por la puerta con el mismo con el consiguiente susto por nuestra parte (las puertas no se podían cerrar con llave ni por dentro ni por fuera). Nos quitaron las camas del suelo, volvieron a colocar la mesa en el centro y pusieron toda la comida encima. En menos de cinco minutos ya estaba todo preparado. El desayuno estaba bueno pero tampoco era exquisito. Por cierto, que el ryokan tenía un pequeño baño público en el sótano al cual podías ir a bañarte en cualquier momento del día.
Después de desayunar, nos fuimos a buscar el jardín de la foto que nos encantó, luego seguimos viendo templos (y hasta una procesión de monjes), vimos uno de los Budas más grandes del mundo, me metí en un agujero del tamaño de su nariz que había en una columna por lo que tengo acceso al otro mundo garantizado o algo así y acabamos comiendo en el primer sitio que encontramos camino de la estación, una comida normalita pero tomada con ganas pues teníamos muchísima hambre.
Cuando llegamos a Kyoto preguntamos en información turística si habían buenos onsens naturales por allí, y al final nos decidimos por uno (el Yamato-no-Yu) a 5 min andando de la estacion JR Tanbaguchi, que nos aseguraron que estaba bien, y así fue, yo estuve una hora y media en las piscinas que se me hizo cortísima, con una relajación y sensación de bienestar maravillosa.
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