En nuestro último día completo en Japón, no paró prácticamente de llover. Menos mal que no teníamos planes y nos limitamos a pasear por la ciudad, mejor dicho, por los rascacielos. Lo primero que hicimos fue salir al exterior de la estación central pues a los japoneses les gusta mucho porque es de estilo occidental, pero, claro, a nosotros no nos entusiasmó y de allí llegamos al rascacielos de la foto siguiente que tenía oficinas, tiendas y también restaurantes que te daban la posibilidad de celebrar tu boda a estilo occidental. Fue muy curioso verla un ratito y como copiaban algunos de nuestros ritos. Y lo más curioso era el marco en el que se celebraba la boda.
Boda occidentalizada
Boda sintoista
No lo he dicho aún, pero este día era festivo en Japón: El día de la primavera, y por eso, dió la casualidad de que vimos las dos únicas bodas de todo el viaje, ésta última se estaba celebrando en el templo del parque Yoyogi con una lluvia bestial pero como siempre, las caras de los novios y de la familia resplandecían de emoción. Por cierto, que el templo está chulo pero si se dispone de tiempo de sobra.
Calle comercial enfrente de la estación del parque Yoyogi
Después de ver el templo, tuvimos humor de meternos entre esta marabunta humana pero tras visitar una tienda de "Todo a 100 yenes" de varias plantas, que había a la izquierda de la foto a continuación de la hamburguesería, desistimos y dimos la vuelta para comer justo en la esquina, en una mezcla de chino-japonés un poco rara pero que estaba bueno y barato.
Uno de los platos de sopa
El otro plato de sopa
Escaparate de una frutería en Tokyo
A la salida de la comida, nos fuimos a buscar un regalo que nos habían encargado y de allí, sin parar de llover, nos fuimos a Sunshine city que es un complejo de rascacielos, con centros comerciales, restaurantes, etc y un mirador en el piso 60.
Allí compramos una pulsera de cuero para alguien muy especial, vimos unas cuantas tiendas más (todas caras) y salimos al exterior, aún a riesgo de mojarnos porque habíamos visto de camino, el Toyota building y queríamos visitarlo, para quien le guste los coches está gracioso, hay algunos futuristas para un solo conductor, juegos para los niños, etc. Después fuimos a otro centro comercial que había al lado que se llamaba Tokyohand que nos llamó mucho la atención porque vendían muchísimas cosas para personalizar. (En Japón nos dimos cuenta de que los japoneses son, en general, adictos a personalizar todos sus complementos: bolsos, ropa, portátiles, móviles, etc) y en este centro vendían desde collares para mascotas personalizados hasta cualquier otra cosa que se te ocurriera. Además vendían muchas curiosidades e incluso conocimos a un mago muy simpático, Endo Taiga que estaba por allí vendiendo sus dvds.
Después volvimos al Sunshine city porque queríamos cenar en el piso 60 pero ¡qué mala suerte! estaba todo reservado, si lo hubiéramos imaginado un rato antes quizás hubiera quedado una mesa...Así que cenamos allí mismo pero más abajo en un restaurante que no estaba mal pero cuyo nombre no sé traducir, nos costó una cena abundante 2960 yenes/2 personas.
El aperitivo
La cena
Mi cena me la ofrecieron en un plato sin cocinar y yo la tenía que ir calentando, por primera vez en Japón comimos abundante carne pero era una pena porque tenía un color precioso y nos la daban para cocerla, no para freirla y entonces, no se podía apreciar bien su sabor.
A la salida, seguía lloviendo así que reventados, nos fuimos para el hotel a hacer las maletas.
Boda occidentalizada
Boda sintoista
No lo he dicho aún, pero este día era festivo en Japón: El día de la primavera, y por eso, dió la casualidad de que vimos las dos únicas bodas de todo el viaje, ésta última se estaba celebrando en el templo del parque Yoyogi con una lluvia bestial pero como siempre, las caras de los novios y de la familia resplandecían de emoción. Por cierto, que el templo está chulo pero si se dispone de tiempo de sobra.
Calle comercial enfrente de la estación del parque Yoyogi
Después de ver el templo, tuvimos humor de meternos entre esta marabunta humana pero tras visitar una tienda de "Todo a 100 yenes" de varias plantas, que había a la izquierda de la foto a continuación de la hamburguesería, desistimos y dimos la vuelta para comer justo en la esquina, en una mezcla de chino-japonés un poco rara pero que estaba bueno y barato.
Uno de los platos de sopa
El otro plato de sopa
Escaparate de una frutería en Tokyo
A la salida de la comida, nos fuimos a buscar un regalo que nos habían encargado y de allí, sin parar de llover, nos fuimos a Sunshine city que es un complejo de rascacielos, con centros comerciales, restaurantes, etc y un mirador en el piso 60.
Allí compramos una pulsera de cuero para alguien muy especial, vimos unas cuantas tiendas más (todas caras) y salimos al exterior, aún a riesgo de mojarnos porque habíamos visto de camino, el Toyota building y queríamos visitarlo, para quien le guste los coches está gracioso, hay algunos futuristas para un solo conductor, juegos para los niños, etc. Después fuimos a otro centro comercial que había al lado que se llamaba Tokyohand que nos llamó mucho la atención porque vendían muchísimas cosas para personalizar. (En Japón nos dimos cuenta de que los japoneses son, en general, adictos a personalizar todos sus complementos: bolsos, ropa, portátiles, móviles, etc) y en este centro vendían desde collares para mascotas personalizados hasta cualquier otra cosa que se te ocurriera. Además vendían muchas curiosidades e incluso conocimos a un mago muy simpático, Endo Taiga que estaba por allí vendiendo sus dvds.
Después volvimos al Sunshine city porque queríamos cenar en el piso 60 pero ¡qué mala suerte! estaba todo reservado, si lo hubiéramos imaginado un rato antes quizás hubiera quedado una mesa...Así que cenamos allí mismo pero más abajo en un restaurante que no estaba mal pero cuyo nombre no sé traducir, nos costó una cena abundante 2960 yenes/2 personas.
El aperitivo
La cena
Mi cena me la ofrecieron en un plato sin cocinar y yo la tenía que ir calentando, por primera vez en Japón comimos abundante carne pero era una pena porque tenía un color precioso y nos la daban para cocerla, no para freirla y entonces, no se podía apreciar bien su sabor.
A la salida, seguía lloviendo así que reventados, nos fuimos para el hotel a hacer las maletas.
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