Nos levantamos y comimos en el buffet del hotel, un sencillo y nutritivo desayuno.
El día anterior habíamos contratado con una agencia la excursión a la pingüinera (130 pesos/persona) así que nos vinieron a recoger al hotel y nos subimos a un microbus lleno de turistas (hubiera sido más cómodo y económico alquilar un coche). Y tras dos horas de viaje, sin asfaltar en su mayor tramo, llegamos a nuestro destino, pagamos la entrada de 35 pesos que no iba incluido en el de la excursión y vimos nuestro primer pingüino de Magallanes
que sin cortarse un pelo atravesaba el camino que los humanos debíamos respetar. Por cierto, que cada vez que un animal lo cruzaba, todos nos parábamos en seco por respeto y también por obligación porque se trata de entrometerse lo menos posible en su hábitat, lo cual es harto difícil por otro lado.
La pingüinera cuya temporada iba a ser inaugurada oficialmente por el gobernador esa misma tarde, estaba repleta de animales y eso que nos dijeron que aún no habían llegado todas las hembras.
Es una visita recomendable si quieres hincharte a ver pingüinos y otros animales en un paisaje único y con el mar de fondo. Además, la temperatura fue muy agradable, incluso nos quedamos en manga corta, lo cual se agradece bastante en estas latitudes.
A la vuelta, nos dieron la posibilidad de ir al museo paleontológico pero no nos sedujo la idea y buscamos un sitio para comer. El resto de la tarde la pasamos por Trelew paseando. Es una ciudad sin ningún interés especial y no es la mejor opción para alojarse si vas a Península.
Y por la noche, una hora antes de salir el avión, nos fuimos tranquilamente al aeropuerto rumbo al fin del mundo.
El día anterior habíamos contratado con una agencia la excursión a la pingüinera (130 pesos/persona) así que nos vinieron a recoger al hotel y nos subimos a un microbus lleno de turistas (hubiera sido más cómodo y económico alquilar un coche). Y tras dos horas de viaje, sin asfaltar en su mayor tramo, llegamos a nuestro destino, pagamos la entrada de 35 pesos que no iba incluido en el de la excursión y vimos nuestro primer pingüino de Magallanes
que sin cortarse un pelo atravesaba el camino que los humanos debíamos respetar. Por cierto, que cada vez que un animal lo cruzaba, todos nos parábamos en seco por respeto y también por obligación porque se trata de entrometerse lo menos posible en su hábitat, lo cual es harto difícil por otro lado.
La pingüinera cuya temporada iba a ser inaugurada oficialmente por el gobernador esa misma tarde, estaba repleta de animales y eso que nos dijeron que aún no habían llegado todas las hembras.
Es una visita recomendable si quieres hincharte a ver pingüinos y otros animales en un paisaje único y con el mar de fondo. Además, la temperatura fue muy agradable, incluso nos quedamos en manga corta, lo cual se agradece bastante en estas latitudes.
A la vuelta, nos dieron la posibilidad de ir al museo paleontológico pero no nos sedujo la idea y buscamos un sitio para comer. El resto de la tarde la pasamos por Trelew paseando. Es una ciudad sin ningún interés especial y no es la mejor opción para alojarse si vas a Península.
Y por la noche, una hora antes de salir el avión, nos fuimos tranquilamente al aeropuerto rumbo al fin del mundo.
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