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SEGUNDO DÍA

Nuestra habitación del hotel Touganeya

Nada más llegar al hotel, nos reciben amablemente pero eso sí, nos dicen que como nuestra reserva era a las cuatro (por Internet, en todos los casos, nos preguntaron la hora de llegada y siempre indicaban la de salida, que, a veces, fue temprano, sobre las diez), hasta las dos como mucho no nos podían dar la llave, así que dejamos en recepción las maletas, y nos fuimos en busca de algún restaurante donde comer algo. Y justo saliendo a la derecha, enfrente de un supermercado tipo 24 horas, vimos un pequeño restaurante abarrotado de ejecutivos de traje y corbata, y decidimos entrar, nos llevaron hasta una mesa y...¿qué pedimos?Nos dan la carta, y se nos quedó un careto...no entendíamos ni papa, pero, vamos, es que ni los precios. Allí nadie hablaba inglés ni mucho menos español, nosotros aún ni idea de algo básico en japonés, así que usamos el idioma universal: la sonrisa, y señalando ellos y nosotros, y con la ayuda de uno de los comensales de la mesa de al lado, conseguimos tomarnos unas sopas de ramen deliciosas, eso sí, la olla de mi abuela era más pequeña que el bol que me pusieron. Lo primero que me sorprendió fue que directamente nos pusieron agua que iban rellenando conforme se acababa, y que tras la comida no nos preguntaron si queríamos postre o café. Tampoco esperaban propina. Estos detalles fueron idénticos en todos los restaurantes en los que estuvimos. Bueno, con algunos matices, en algunos te preguntaban si querías té o agua para beber (ambos siempre incluidos en el precio) y después si querías otra cosa de beber (ojo, porque el resto de bebidas suelen ser bastante caras en relación a los precios de los menús, y las alcohólicas más). Y en otros, donde el menú incluía sopa de miso, si querías repetir, la podías volver a pedir (en esos casos, los boles eran como los del desayuno, no como los de la olla de la abuela), pero también advierto, que, a no ser que estés muy hambriento, es raro que desees repetir, porque esos menús, bajo mi punto de vista son bastante completos. ¿y el precio? por desgracia, no recuerdo exactamente cuanto nos costó nuestra primera comida pero seguro que fueron menos de 6€ por persona.
Cuando terminamos de comer, intentamos buscar por los alrededores un cyber para decir a la familia y amigos que habíamos llegado y estábamos bien, y buscando, fuimos a preguntar a una papelería, donde también por señas, nos indicaron donde había uno, e incluso cuando nos vieron salir, y se ve, que no estar muy seguras de que las hubiéramos entendido, salió una de las dependientas y nos acompañó un tramo del camino para que no nos perdiéramos.
Al llegar al hotel, y subir al piso de nuestra habitación, ¡primera foto!: la puerta era superbajita, y nos hizo gracia. Luego la habitación, como ya he dicho, pequeña, pero limpia. La tele solo tenía canales en japonés lo cual no deja de ser divertido, y, quizás una advertencia por si a alguien le viene bien, para acceder al aseo hay que subir un pequeño escalón. Una vez dentro, la tecnología hecha water te espera, pero eso, ya lo contaré en otra entrada.
A continuación, dormimos una larga siesta, y, a la calle. Y con una llovizna no demasiado molesta, estuvimos caminando por los alrededores de la estación, repletos de restaurantes, bares, tiendas, etc. (Nota: No llevábamos ni compramos paraguas porque siempre que llovió, nos los prestaron gratuitamente en el hotel). Cenamos en un sitio cuyo nombre ni ubicación recuerdo pero que estuvo muy bien, y una vez más, pudimos comprobar la exquisita amabilidad de los japoneses, pues los camareros, al salir, nos acompañaron a la calle para intentar explicarnos mediante señas y un rudimentario inglés, donde había un karaoke. El cual, gran decepción por mi parte, no era un bar, sino un edificio entero repleto de habitaciones que tú alquilabas por franjas horarias con tus amigos, para cantar en privado, menos mal que solo pagamos por quince minutos, porque reirnos nos reimos, pero cantar....tuvimos que ir dandole a una pantalla tactil en japonés, sin tón ni són, hasta que leimos un par de canciones en inglés, hicimos el paripé y nos fuimos, que lo que yo quería era interactuar con un montón de japoneses de fiesta, ¡que a mí nunca me han gustado los karaokes!!
A la salida, en un paso de cebra, un señor nos oyó hablar, y nos preguntó si eramos ingleses, al decirle que españoles, se puso a hablarnos en castellano, supersimpático, y nos preguntó sobre Japón, nos dijo que la calle que teníamos justo enfrente era una "hot street" avisándonos por si no queríamos entrar...El caso, es que claro, bastó que nos dijera eso, para decirle que gracias, que no iríamos, pero a los pocos minutos, ya estábamos cotilleando por allí: cuatro tíos con pintas de chulos, muchas luces y nos fuimos. Entramos a una librería (¿para compensar?) buscando diccionarios de japonés-español, echamos un vistazo pero al final no compramos nada, y de camino al hotel, compramos una docena de dulces con una masa similar a la de los barquillos pero blanda, en un puesto en la calle que regentaba un señor muy amable y con cara de buena persona, muy ricos, por 1.80 euros, y al hotel a dormir hasta el día siguiente con nuestros yukatas que se pueden ver encima de la cama en la foto (en todos los hoteles te proporcionan diariamente uno para dormir).

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