El otro menú
Uno de los menús
Las gasolineras tienen el surtidor colgante
Jardín del Palacio Imperial de Kyoto
Jardín del Palacio Imperial de Kyoto
Máquina con los tipos de comida del restaurante
Detalle de un templo
Vista del lago del Palacio Dorado
Nuestro primer día completo en Kyoto comenzó bien temprano en una cafetería occidental que había justo detrás del hotel, pedimos sin saber que era, un desayuno clásico y nos pusieron un café con leche, una tostada con mantequilla y un huevo duro. Bueno, pues por 500 yenes cada uno, nos lo comimos todo, y salimos corriendo para el Palacio Imperial, de camino, entramos a una pequeña estafeta de correos que vimos por casualidad(porque en la central que estaba también detrás del hotel y junto al museo, no supimos explicarnos o no nos entendieron el día anterior) y pedimos sellos de colección y compramos unos cuantos. Ya en el Palacio, fuimos a la zona de reservas y con nuestros pasaportes (imprescindible) rellenamos unos formularios hasta con nuestras edades y nos citaron allí de nuevo a las dos de la tarde (Solamente hay dos visitas guiadas al día, y no se puede visitar por tu cuenta, una a las nueve y otra a las dos). Allí mismo nos indicaron que en la esquina de atrás del palacio paraba el autobús nº 59 que nos dejaría en la puerta del Palacio Dorado o Kinkakuji y eso hicimos. Después de un largo recorrido por la ciudad, llegamos y mereció la pena. Es un auténtico lujazo el haber tenido la posibilidad de ver algo tan bello, el palacio está en el centro de un lago y no se puede ver por dentro, pero el recorrido por los jardines es una delicia para los sentidos. Y para los amantes de la fotografía.
Después, un guardia de tráfico nos indicó en un más que correcto español, que el siguiente templo al que queríamos ir, estaba muy cerca, y se podía llegar andando, así que eso hicimos y vimos el famoso Ryoanki con su jardin zen que a mí me dejó un poco indiferente. Allí compramos un par de cuadritos con una profunda leyenda en inglés y japonés que son muy especiales ahora para nosotros.
A la salida, volvimos en el mismo autobús hasta el Palacio Imperial pero antes paramos en un pequeño restaurante que hace esquina justo al lado de la parada y debajo de un ciber al que luego fuimos, era un restaurante curioso porque al entrar, hay una máquina como las de tabaco donde tú eliges el menú que quieres, y lo pagas y a continuación, sale un ticket que tú presentas al camarero, entramos porque creíamos que iba a ser rápido pues íbamos con el tiempo justo, pero no lo fue tanto, y al final deprisa y corriendo, conseguimos llegar al Palacio Imperial, donde una vez superada la decepción de que no te lo enseñan por dentro, pudimos disfrutar de los que se convertirían en mis jardines favoritos de todo Japón a pesar incluso del fornido guardia de seguridad que no dejaba que te separaras del grupo más de un minuto. Para no ser injustos, hay que decir que la arquitectura de las diferentes partes del Palacio también son bellísimas pero yo me quedo con el exterior y si acaso, con sus tejados.
Esa tarde llegamos después de mucho andar al Kyoto International Community House porque habíamos leido que allí podías organizar una visita a una auténtica casa japonesa con su familia correspondiente, y así fue, nos tomaron los datos y quedaron en que nos mandarían un fax al hotel con la hora y el día para quedar. En este centro, también se organizaban los fines de semana, talleres de cultura japonesa para los turistas o extranjeros que viven en la ciudad, es algo así como un centro gigante de reunión para todos los extanjeros que están por allí.
De camino al hotel, paramos en un restaurante cerca de la organización en la que habíamos estado y comimos una cena escandalosamente deliciosa por unos 4000 yenes/2 personas. Todo en japonés, por lo que una vez más no puedo decir el nombre pero estaba en la calle Shirakawa-dori.
Uno de los menús
Las gasolineras tienen el surtidor colgante
Jardín del Palacio Imperial de Kyoto
Jardín del Palacio Imperial de Kyoto
Máquina con los tipos de comida del restaurante
Detalle de un templo
Vista del lago del Palacio Dorado
Nuestro primer día completo en Kyoto comenzó bien temprano en una cafetería occidental que había justo detrás del hotel, pedimos sin saber que era, un desayuno clásico y nos pusieron un café con leche, una tostada con mantequilla y un huevo duro. Bueno, pues por 500 yenes cada uno, nos lo comimos todo, y salimos corriendo para el Palacio Imperial, de camino, entramos a una pequeña estafeta de correos que vimos por casualidad(porque en la central que estaba también detrás del hotel y junto al museo, no supimos explicarnos o no nos entendieron el día anterior) y pedimos sellos de colección y compramos unos cuantos. Ya en el Palacio, fuimos a la zona de reservas y con nuestros pasaportes (imprescindible) rellenamos unos formularios hasta con nuestras edades y nos citaron allí de nuevo a las dos de la tarde (Solamente hay dos visitas guiadas al día, y no se puede visitar por tu cuenta, una a las nueve y otra a las dos). Allí mismo nos indicaron que en la esquina de atrás del palacio paraba el autobús nº 59 que nos dejaría en la puerta del Palacio Dorado o Kinkakuji y eso hicimos. Después de un largo recorrido por la ciudad, llegamos y mereció la pena. Es un auténtico lujazo el haber tenido la posibilidad de ver algo tan bello, el palacio está en el centro de un lago y no se puede ver por dentro, pero el recorrido por los jardines es una delicia para los sentidos. Y para los amantes de la fotografía.
Después, un guardia de tráfico nos indicó en un más que correcto español, que el siguiente templo al que queríamos ir, estaba muy cerca, y se podía llegar andando, así que eso hicimos y vimos el famoso Ryoanki con su jardin zen que a mí me dejó un poco indiferente. Allí compramos un par de cuadritos con una profunda leyenda en inglés y japonés que son muy especiales ahora para nosotros.
A la salida, volvimos en el mismo autobús hasta el Palacio Imperial pero antes paramos en un pequeño restaurante que hace esquina justo al lado de la parada y debajo de un ciber al que luego fuimos, era un restaurante curioso porque al entrar, hay una máquina como las de tabaco donde tú eliges el menú que quieres, y lo pagas y a continuación, sale un ticket que tú presentas al camarero, entramos porque creíamos que iba a ser rápido pues íbamos con el tiempo justo, pero no lo fue tanto, y al final deprisa y corriendo, conseguimos llegar al Palacio Imperial, donde una vez superada la decepción de que no te lo enseñan por dentro, pudimos disfrutar de los que se convertirían en mis jardines favoritos de todo Japón a pesar incluso del fornido guardia de seguridad que no dejaba que te separaras del grupo más de un minuto. Para no ser injustos, hay que decir que la arquitectura de las diferentes partes del Palacio también son bellísimas pero yo me quedo con el exterior y si acaso, con sus tejados.
Esa tarde llegamos después de mucho andar al Kyoto International Community House porque habíamos leido que allí podías organizar una visita a una auténtica casa japonesa con su familia correspondiente, y así fue, nos tomaron los datos y quedaron en que nos mandarían un fax al hotel con la hora y el día para quedar. En este centro, también se organizaban los fines de semana, talleres de cultura japonesa para los turistas o extranjeros que viven en la ciudad, es algo así como un centro gigante de reunión para todos los extanjeros que están por allí.
De camino al hotel, paramos en un restaurante cerca de la organización en la que habíamos estado y comimos una cena escandalosamente deliciosa por unos 4000 yenes/2 personas. Todo en japonés, por lo que una vez más no puedo decir el nombre pero estaba en la calle Shirakawa-dori.
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